viernes, 25 de mayo de 2007

Los trucos de la represión

Gamal Eid es hablador, entusiasta y enérgico. Abogado de derechos humanos, preside la Red Árabe para el Derecho a la Información (HRinfo), una organización egipcia especializada en defender, promover e investigar la libertad de expresión en Internet en el mundo árabe. Nació en 2003, y ya cuenta con más de un centenar de asociaciones afiliadas y su página web, con un promedio de 3 millones de hits al mes y unos 220.000 visitantes únicos. “Somos la tercera organización de derechos humanos más visitada tras Amnistía Internacional y Human Rights Watch”, me cuenta antes de despedirnos. Y añade cuando yo muestro me incredulidad: “Si buscas ‘derechos humanos’ en árabe en google, la web de HRinfo aparece en los dos primeros lugares, y después de nuevo en el séptimo y el octavo”.

La sede de Hrinfo está en Maadi, casi enfrente de un Omar Efendi, uno de los grandes almacenes con más solera del Cairo. Es un piso amplio y luminoso, sencillo y un poco destartalado, como todo aquí, en el que trabajan ya cerca de 15 personas, más mujeres que hombres, atareadas todas ante ordenadores. El despacho de Gamal Eid es grande y diáfano. Una mesa grande, dos sillas y una mesita para visitas. El escritorio está atestado: un portátil, un cenicero que rebosa colillas, un café turco a medio beber, papeles y un gran libro, el del juez Mourad, la última pesadilla de este abogado. El juez, al que HRinfo acusa de plagio, ha presentado dos demandas contra Gamal Eid, por difamación y por chantaje. “Mira, abre el libro por cualquier página, la que quieras, y verás”, insiste Gamal Eid. “Mira las referencias. Siempre se remite a él mismo, no cita a nadie”.

HRinfo ha publicado ya dos informes sobre la situación de Internet en el mundo árabe. Los dos títulos son significativos. En “¿Un nuevo espacio para la represión?”, de junio del 2004, sostiene que aunque Internet es un nuevo espacio abierto a los grupos tradicionalmente privados de libertad de expresión (de izquierda e islamistas, chiíes y cristianos y homosexuales), lo es también para la censura y la confiscación. El informe revisa la situación por países y alude a los casos más sonados. En el segundo, “Adversarios implacables”, de finales del año pasado, incluye por primera vez un capítulo dedicado a los blogs.

Hablamos de los mecanismos de la represión y le pregunto por la Unidad de Crímenes en Internet, que, por cierto, cuenta con una página web en la que se da un número de teléfono y un email para que los ciudadanos puedan tramitar denuncias (¿convertirse en censores?). Está compuesta por ingenieros de telecomunicaciones y empezó a operar hacia el 2002. Su tarea oficial es investigar casos de firmas electrónicas falsificadas, pornografía, difamación… Aún así, me dice, se dedicó en sus inicios a perseguir a los gay. Los policías entraban en chats room frecuentados por homosexuales con nombres falsos, y una vez hechos los contactos los detenían en la primera cita. La policía de Internet, añade, tiene otras dos actividades “no muy legales”. Por un lado presionar/amenazar a los bloguers críticos con el régimen. Por el otro, obtener información privada de los usuarios (emails, conversaciones) de los servidores de Internet y de telefonía móvil.

“La policía de Internet es una de las armas del régimen para controlar Internet, pero tiene otras. En el ministerio del Interior hay un departamento que depende de la Seguridad del Estado y que controla los cibercafés. Ahora te piden el DNI y te toman los datos. En un formulario (me lo enseña) registran tu nombre, la fecha y el número de ordenador que has utilizado. Interior ha dado instrucciones a los propietarios; les dicen que si ven a alguien con pinta islamista o visitando webs como la de los Hermanos Musulmanes, que llamen, y ellos irán”, me cuenta.

Le pregunto si sólo a islamistas. Aunque no me extraña, no deja de ser increíble que esa sea la consigna en un país cada vez más religioso y dónde los signos de religiosidad (barba, velo, niqab, zabiba) están cada vez más presentes. “No sólo islamistas, cualquier persona que consideren sospechosa y que visiten cualquier sitio que afecte al gobierno o que pueda ser una amenaza para la estabilidad del país. El de Kifaya, por ejemplo, cualquiera que hable de tensiones sectarias y, también, de organizaciones de derechos humanos, que aquí suena a peligroso!“

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