domingo, 1 de abril de 2007

Torturas habituales (II)

Torturas habituales
Un video colgado en la red pone rostro por primera vez a la brutalidad policial en Egipto. Las organizaciones de derechos humanos aseguran que los abusos son sistemáticos en las comisarías y las prisiones del país

Los chavales egipcios también juegan a policías y ladrones. Un video anónimo que circula en Internet muestra a un chiquillo de pie sobre una silla en el aula de una escuela, de espaldas a la pizarra, sobre la que cuelga la bandera del país y el retrato de Hosni Mubarak. El ‘agente’ propina sonoras collejas a los ‘delincuentes’, que van desfilando uno tras otro delante suyo en actitud sumisa. Al final, estalla en risotadas. Se trata sólo de un juego infantil, pero da que pensar: para muchos pone de relieve cómo los egipcios ven a sus policías.

El video está colgado en Youtube, junto a otros que documentan casos reales de brutalidad y torturas policiales. En algunos, los abusos no difieren mucho del juego: violentos golpes en la nuca, cachetes, insultos, vejaciones. Uno es especialmente perturbador. Un joven yace sobre el suelo, las manos atadas tras la espalda, desnudo de cintura para abajo, las piernas levantadas. Alguien le hunde un bastón en el ano mientras lo insulta. “Pacha, pacha, lo siento mucho”, articula entre gritos de agonía.

La víctima es Imad el Kabir, un joven conductor de microbús del Cairo, que en enero del año pasado osó interponerse en una discusión entre su primo y dos agentes del orden. Tras pasar 36 en comisaría, fue dejado en libertad. Se habría callado, probablemente, pero un oficial gravó con su teléfono móvil la violación y distribuyó el clip entre sus colegas del barrio con el propósito de humillarlo. “Mañana todo el mundo lo verá”, le amenazó.

El video, que había de servir como ejemplo, le estalló a la postre en las manos. Circuló de móvil a móvil hasta que en diciembre dos conocidos bloggers lo colgaron en sus diarios en la red. De ahí saltó a la prensa y a la televisión por satélite. “No esperaba todo esto. Había colgado antes otros vídeos de maltratos policiales, pero nadie les prestó mucha atención. Pero la gente se enfureció con el de Imad el Kabir, les recordó Abu Ghraib”, explica el periodista Wael Abbas, cuyo blog recibe un millón de visitas mensuales. Tras ser identificado por un periódico independiente de El Cairo, El Kabir decidió hacer pública su historia y denunciar a los dos policías. Él, por su parte, ha sido condenado a tres meses por “resistencia a la autoridad”.

El caso ha escandalizado a los egipcios pero ha reforzado a las organizaciones de derechos humanos, que llevaban años denunciando que la tortura es una práctica rutinaria en las comisarías y las prisiones egipcias. Algunas denuncias llegaron a los tribunales, pero la mayoría fueron sobreseídas o los acusados condenados a penas menores. Los dos agentes identificados por El Kabir, Islam Nabi y Reda Fathi, están entre rejas y serán juzgados a principios de marzo. “Este es un gran caso. Antes oíamos las denuncias de las víctimas, pero hora tenemos un video que las prueba y las muestra en directo”, afirma Nasser Amín, abogado del joven conductor.

El ministerio del Interior, responsable de los servicios de seguridad, ha ordenado que se investiguen otros videos pero asegura que se trata de casos aislados y ha acusado a la prensa independiente de exagerar y a los bloggers de liderar una campaña antipatriótica. Abbas está recibiendo presiones y la periodista de Al Jazira Howaida Taha fue detenida cuando se disponía a volar a Qatar con cintas para realizar un documental. Para algunos, el gobierno está más interesado en proteger su imagen que en resolver el problema. “Han prohibido que se usen móviles en comisaría”, se ríe Amín. “Este el mensaje: podéis maltratar pero sin cámaras”.

Los activistas de derechos humanos aseguran que los videos sólo son la punta del iceberg y que si antaño la tortura se centró en los militantes islamistas y los disidentes, ahora se ha generalizado. La reputación de las fuerzas de seguridad ha convertido al país en uno de los destinos predilectos de las llamadas “entregas extraordinarias”, por las que la CIA traslada ilegalmente a sospechosos de terrorismo al extranjero para ser interrogados. Según admitió el año pasado el primer ministro egipcio, Ahmed Nazif, Egipto recibió entre “60 y 70” detenidos desde el 11-S. Uno de los casos más sonados es el del imán Hasan Mustafa Nasr, Abú Omar, secuestrado en Milán en 2003 y encarcelado en Egipto hasta el domingo pasado, cuando fue puesto en libertad. Abú Omar ha denunciado haber sido víctima de electroshock, palizas, amenazas de violación y abusos genitales.

Para los activistas de derechos humanos, las imágenes colgadas en la red muestran que nadie está a salvo. “Ninguna de las víctimas son detenidos políticos, son gente ordinaria”, señala el abogado Tarek Zaghlul en la sede de la Organización Egipcia de Derechos Humanos (EOHR), que ha asumido la defensa del protagonista de otro de los videos publicados por Abbas, Ihab Magdy, un chico de 19 años acusado de peleas y hurto. La EOHR ha documentado diez casos de tortura en lo que va de año, pero afirma que la mayoría no se denuncian por miedo a las represalias.

En las oficinas de la Asociación para la Ayuda Legal a los Derechos Humanos (AHRLA), el abogado Mohamed Bayumi pone rostros a las víctimas mientras muestra un Cd que recopila algunos casos. “Éste es Yahia, lo quemaron hasta que murió”, explica ante la foto de un joven yaciendo en una cama de hospital, el rostro y el cuello lacerados. “Éste es Ibrahim, lo torturaron para que confesara un delito que no había cometido. Esta señora es Um Mabruka, la desnudaron y la pegaron en la calle, porque se encaró con un policía. Este niño es Saddam Husein, tenía quince años cuando murió. Sospechaban que había robado un casete de un coche”.

Bayumi es uno de los abogados de la acusación en el proceso abierto contra el capitán de la seguridad del estado Ashraf Safwat por torturas. Le acusan de la muerte de Mohamed Abdel Qader, de 31años, que fue detenido en el Cairo en 2003 junto a su hermano Sameh, de 27, todavía entre rejas. Irónicamente en un país cada vez más religioso, el abogado asegura que fueron arrestados por sus frondosas barbas y sus visitas a la mezquita. El caso, enredado en los tribunales durante más de tres años, se ha relanzado desde que un blog publicó las fotos de su autopsia en enero pasado. “La familia retiró la demanda bajo presiones. Nos dijeron: ‘Ya hemos perdido un hijo, no queremos perder a dos’”, afirma Bayumi.

La autopsia concluye que los golpes y las descargas eléctricas en la zona genital unido a una insuficiencia cardiaca causaron la muerte a Qader. Son torturas habituales, según los activistas de derechos humanos, junto al maltrato psicológico y las amenazas. Otro de los videos que se están investigando expone otra técnica que consideran clásica. Las imágenes muestran a una mujer joven, sospechosa de asesinato, suspendida de los brazos y las piernas de una vara colocada entre dos sillas. “Confieso que lo he matado. Te lo pido, pacha, ¡no puedo más!”, suplica, el rostro desencajado de dolor.


La EOHR sostiene que la policía usa la tortura para obtener confesiones, evitar las investigaciones y cerrar casos. Bayumi relata una historia escalofriante, pero no excepcional, también defendida en su día por Amnistía Internacional. Uno de sus clientes, Mohamed Badr el-Din, denunció en 1996 la desaparición de su hija en una comisaría de Alejandría. Meses después, y tras encontrar el cadáver de una niña, la policía lo torturó hasta que confesó que la había matado. La menor regresó más tarde al domicilio familiar.
Nasser Amín apunta a la existencia de una “cultura de la tortura” en Egipto. Los detenidos son interrogados en solitario y sin abogado y la impunidad fomenta la sensación de que todo vale. “Los policías creen que tienen el derecho de maltratar y la población cree que la policía tiene el derecho de castigarlos y arrestarlos sin motivo”, opina. Tanto es así que hasta los niños han incorporado el saber popular a sus juegos escolares.

(enviado a La Vanguardia el 12 de febrero de 2007, foto Imad el Kabir, ap)

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