sábado, 7 de abril de 2007

Gemy Hood


Su nombre no le gusta, o quizá es que no se siente identificado con él, así que ni lo menciono. Gemy Hood es un bloguer y activista de izquierdas egipcio de unos veinte años largos, antiguo estudiante de agricultura, dibujante e ilustrador, músico y periodista a veces. Gemy, por encima de todo, bloguea y combate a Hosni Mubarak en el ciberespacio y en las ajetreadas calles del Cairo. Diseña logos y pancartas, compone canciones para Kifaya, la plataforma independiente de oposición a Mubarak, y organiza -actualmente- el primer blog de hinchas de futbol egipcios, el de su equipo, el Zamalek. Su cita personal: "Intentando ser el Robin Hood de los tiempos que corren". Ironías graciosas de la vida, su nombre real ha quedado ahora relegado para los archivos de la policía y el registro civil, y Gemy, el que inventó para la red, es el que utiliza en su vida de cada día. Así es al menos como lo llaman sus amigos y su novia, R., bloguers ellos mismo en su mayoría.

Gemy Hood es un blog muy personal, en el que mezcla escritos sobre política, sociedad y música, testimonios, un montón de periodismo ciudadano, dibujos y caricaturas satíricas, muchas de las cuales aluden al presidente egipcio, y todo salpicado con un sentido del humor que no tiene parangón. Está escrito en árabe y cuenta ya con un dominio privado. En el formulario de inscripción -lo vi cuando lo rellenaba en marzo pasado- están sus datos reales. El anonimato no es una opción. Todo el mundo sabe quién es, por tanto que más da esconderse.

Gemy Hood es ya gato viejo, ha visto las fauces de la policía en más de una ocasión. Cuenta que fue detenido y torturado hace unos años, pero es una experiencia que se resiste a relatar. Fue "secuestrado" no hace mucho en dos ocasiones: durante una manifestación a mediados de marzo contra el referéndum constitucional y el mismo día de la consulta, en pleno centro del Cairo. En la primera, lo retuvieron durante cinco horas junto al bloguer copto Mina en un camión-prisión policial, luego los dejaron tirados en cualquier parte. No los pegaron, pero abusaron verbalmente y les robaron el tabaco y el dinero. "Queríamos ir al baño, ya no podíamos más, y no dieron una botella de agua", explicaba al día siguiente, riendo a carcajadas, como es habitual, al encontrarse con un grupo de amigos en el café Excelsior, en Downtown. En la segunda pasó casi 24 horas dentro de un furgón policial y lo abandonaron en algún punto del desierto.

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